(Capítulo XII)
El OLFATO
La ventana sostenía a ambos cuerpos.
Del exterior el viento trajo todos los aromas perdidos que fueron a parar en
cada uno de los poros de nuestra pareja. La piel en este instante solamente se
dejó intervenir y los olores penetraron en cada una de las partes sensibles del
joven, que por petición de su amada se mezclaron en un sólo.
Él pensó en miles de historias que
surcaron su mente, y se dijo ha sí mismo, que debía seguir tomando la
iniciativa, y olfatear sus sitios más púdicos. Siguió con su aliento firme, y
apoyando las rodillas en el suelo tomó a la joven por la cintura y la depositó
frente a él, sobre el cerco de la ventana. Con las manos en las rodillas de
ella la invitó a que sus piernas se fueran separando sutilmente para penetrar
en el espacio que tanto deseaba, la flamante y extendida vagina que esperaba cualquier
cosa que llegase de su amado. Unos labios lozanos que con cada inhalación del
joven se relajaban y se contraían. Dejó simplemente la nariz apoyada en el
clítoris de la chica y sus sueños se hicieron realidad. El descanso eterno, fue lo que experimentó el joven cuando su
cabeza descansó entre las piernas de la afiebrada joven.
Ella llenó sus pulmones con el aire
que entraba por la ventana, y él lo recibió con mucho gusto desde su posición.
La cara se bañó de humedad y la joven se aferró con las dos manos al cabello
del chico, y trajo hacia sí su cabeza con la intención de que se tragase todo
su ser. La besó, la degustó paso a paso, y su lengua comenzó el viaje por todo
el borde de sus entrepiernas. Con su lengua fue peinando cada vello púbico de
la joven, hasta dejar al descubierto el centro de su vagina, y mostrar cada uno
de los pliegues voluptuosos y armónicos. Y la luz se hizo en el rostro de la
chica. En la punta del pene del joven, asomó una gota de esperma impaciente que
se deslizó descuidadamente hasta impactar contra el suelo. Llegó y se detuvo,
no quiso continuar por precaución, y en calma respiró hondamente.
Su nariz continuó por el
trabajado monte de venus hasta caer en el pozo de la vida. Llegó al ombligo, y
su saliva abasteció este desconocido rincón con cálidas humedades. Ella quería
más, mucho más, que la tomase fuertemente con sus manos y no la dejase nunca.
La piel de los senos de tanta sensibilidad cambió de matiz, y fue otra. Él la
besaba, la sentía nuevamente, la respiraba, la olía, la dominó desde su
abdomen. La tomó por la cintura y pensó retenerla con sus manos por siempre. Fue
entonces cuando sintió sobre su cabeza un agradable peso, y continuó hasta
meter la nariz en los pechos desbordados de lujuria y placer. Se miraron, y a
la vez cerraron los ojos, y cada uno sintió a su amado desde su interior.
De
esta forma directa y personalizada, el ejemplo de “cómo hacer el amor en un
sitio incómodo” (en la ventana-olfato), propicia mejor la comunicación.
La narración real, con
personajes verídicos, facilita el mensaje para el lector.
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