(Capítulo
VI)
El
olfato.
Si por los oídos escuchamos a
la piel, gracias al olfato somos capaces de entramos por cada curvatura, por cada
rincón abrupto, por cada zona húmeda, o cada nuevo despertar si nos sorprende
el amanecer. El olfato es transcendental, y en la mayoría de los casos es
utilizado primitivamente, estrictamente para aceptar o rechazar en el primer
contacto que se tiene. El olfato es algo más que apreciar los aromas naturales
o artificiales a los que se recurren para engatusar a la persona amada. Hay que
embriagarse con la piel en una sola inhalación, la nuestra y la de los demás.
El recuerdo de un aroma, nos marca para toda la vida y llega a ser premonitorio.
Lo especial de este sentido,
es que lo podemos educar en cada relación para que sea más eficiente, y sacarle
el mayor partido posible. El tema de los olores es muy amplio y variado. No
todos los olfatos poseen la sensibilidad necesaria para distinguir y delimitar
un aroma de otro. Aquí juega un factor sumamente importante el patrón
establecido por la sociedad de cuales son agradables y cuáles no, de cuales
debemos rechazar y cuales aceptar. Lo peor es no abrir las fosas nasales para
sentir cada espacio del cuerpo del contrario. No importa la hora del día. Los
amantes que deciden entregarse el uno al otro en un sitio incómodo después de atravesar media ciudad, y exponer el
cuerpo a cada uno de los elementos externos e internos, llegan al encuentro con
una historia en la piel que debe ser examinada por nuestra nariz. Este
historial son los olores del día, que no siempre son los mismos, pero que hay
que saber absorber.
Esta práctica se puede
realizar si la entrega es total. Tener relaciones sexuales las tienen todos los
seres vivos, pero hacer el amor en un sitio
incómodo y con todos los sentidos al máximo es otro tema. Es otro tema por
muchas razones, y la más importante, hacerlo con una persona especial, sin
trabas ni limitaciones, con la entrega del cuerpo y el alma, sin pedir nada,
solamente una entrega honesta, con los tabúes al rincón del olvido. Si ambos se
funden en este concepto los esquemas establecidos saltarían a los cuatro
vientos, y no solamente sentiríamos el aroma del contrario, también, el espacio
que nos rodea con cada uno de los elementos que lo componen. La piel es un buen
conductor de fragancias y esencias. La piel sobre la madera es especial, sobre
una madera que espera con los poros abiertos olores y sudores para entremezclaros con su sabia potente y su textura exquisita o áspera. Hacemos
el amor con todo, el entorno, la persona amada, los sentidos, y si queremos con
el aíre y la lluvia. A nuestro propio cuerpo también le hacemos el amor, naturalmente, si él está dispuesto a
dejarse.
En el próximo capítulo pondré
un ejemplo práctico del olfato y sus andaduras. Recuerden que, abrir la mente nos hace especial.
Continuará......................................
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