VEINTICUATRO.
¡Nuestro amigo es un gran
catador! Fue lo que pensamos todos cuando Vicente nos contaba la continuación
de sus peripecias amorosas. --¡No cabe la menor duda Vicente que si continúas
así te podrás convertir en todo un degustador de vulvas en el aire!--
Comentamos y por supuesto a continuación llegó la risa. Con estas bromas había
que tener mucho cuidado porque Vicente se podía enfadar y quedarnos sin saber
la continuación de sus episodios sexuales. Nos callamos, le miramos, y
esperamos con paciencia que se dignara al menos continuar con su narración.
Nos dijo Vicente. Proseguía
degustando las intimidades de Dolores pero mi alocado miembro erguido no me
dejaba concentrarme en mis asuntos. Constantemente se tensaba aún más y daba bandazos
de un lado a otro como un mástil en medio de una tempestad. Es una sensación
que siendo hombre no sé muy bien cómo describir. Cuando el pene está sólido,
firme, tieso a más no poder la reivindicación se concentra precisamente en esta
parte de nuestro cuerpo, indicándonos que esta vez nuestro plexo-solar es una
verga que cual veleta se orienta hacia las poderosas carnes de la persona que
tenemos a nuestro lado, porque desea con toda solidez ser oprimido, ahogado,
machacado, estrujado en exceso para extraerle su zumo. Yo lamía los labios
húmedos de Dolores, pero a la vez le estaba pidiendo un poco de compasión con
la mirada. Deseaba que tomase en sus manos y con la colaboración de sus cinco
dedos mi verga, para sentirla más allá del propio músculo, y de la propia piel.
No dejé de degustar su vulva
pero a la vez alcé lo más que pude mi pelvis al poniente para experimentar mi
veleta por los aíres y dominar el espacio. No es que fuese un dolor en sí, pero
sí portaba en toda mi zona íntima un malestar gustoso que estaba dispuesto a
claudicar si Dolores no hacía algo al respecto y con urgencias. ¡Milagro! El
milagro llegó. Posiblemente mis corrimientos de pupilas fueron suficiente para
que mi amada se diese cuenta que necesitaba con solidez que tomase mi pene con
lo que fuese porque estaba a punto de perderme en el espacio. Dolores me miró,
continuó en su posición ahorcajada porque no estaba dispuesta a perder este
privilegio, y posiblemente leyendo en mi interior torció el tronco, se giró, y
tomó de una vez mi verga con su mano, mi verga que ahora quedaba por extensión
de piernas a la altura de su pecho. ¡Es una delicia! Tensó sus dedos, sus cinco
dedos, y comencé a respirar con cierta normalidad. Ahora Dolores tenía en sus
manos a mi monstruo cabeceador.
¡Dios mío lo está zarandeando!
¡Dolores no te detengas ahora mi amor! En este preciso instante fue casi
imposible concentrarme en la labor que hasta ahora venía llevando, pero como no
me quedaba más remedio porque tenía ante mi cara expuesta en todo su esplendor
la vagina de Dolores, hice un distanciamiento y busqué una analogía para
proseguir de la mejor manera que podía. Esta vez mi lengua sería mi tirante
pene que por ahora estaba en manos de mi amada, y su vulva el valle que deseaba
habitar sin límites ni restricciones. El comienzo de mi lengua, la justa y
precisa punta viajó entre las paredes blandecidas y perdí el horizonte que
avistaba firme y seguro, entré en un laberinto que no podía controlar, pero estaba dispuesto a permanecer aunque mi saliva se extinguiese de mi boca. ¡Me
quedé sin contar con el perseverante tiempo.
Continuará....................................................
DISEÑO GRÁFICO: ARA Y MANDY.
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