(CAPÍTULO XXIII)
“LOS OBJETOS VOLUBLES”
En “El infierno” se desataron
los paladares y los comensales se entregaron a la degustación y al entorno sin
trabas ni límites. Desde la mañana en que Juan abrió su local algo había cambiado
en el ambiente. Su receta fue el elemento detonador que desató los impulsos
ocultos, pero desde que sus clientes irrumpieron por la puerta del infierno ya
eran otros. En días normales se comportaban de una manera bien diferente cada
uno de ellos. Hasta el mismo Juan notó un cambio en su persona en la madrugada
en que elaboraba la bienaventurada receta que trajo el silencio y muchas cosas significativas
a la comarca. Él achacó esta transformación en la convivencia a los variados y
múltiples ingredientes que utilizó por primera vez en su receta.
Este suceso como les contaba
ocurrió hace muchos años en un pueblo de la América Central cuyos habitantes no
quieren hablar del hecho en concreto. Han pasado más de veinte años y algunos
de los que se vieron involucrados en este suceso están muertos, pero los que se
mantienen con vida se niegan hablar del pasado porque en lo fundamental lo que
aconteció cambió la existencia del tranquilo pueblo. Lo que aconteció se
mantuvo en secreto absoluto por parte de sus integrantes, pero como este día
señalado la inmensa mayoría de la población se concentró en “El infierno”, el
secreto estaba en boca de todos. En algún sentido lo que se evitó fue el
comentario posterior en público, y el señalar a un culpable, porque en realidad
no lo había.
Cada uno de los habituales que
frecuentaba día a día el infierno llegó al mismo voluntariamente como siempre
lo hacía, y los nuevos, los que se presentaron por sorpresa y provocaron las largas
colas en el exterior del negocio de Juan, un tanto de lo mismo; no fueron
guiados por nada ni por nadie al infierno.
No hubo una publicidad
engañosa para atraer clientela, no eran fechas señaladas de fiestas y
acontecimientos en el pueblo en que sus habitantes toman las calles para
celebrar y consumir, tampoco sucedió un hecho en particular para que la gran
mayoría estuviese dentro del infierno. Digo la gran mayoría para no caer en absolutismo
baratos que no conducen a nada. Por la propia situación tan especial, por
llamarla de alguna manera, que se produjo dentro del local de Juan, nunca se
supo quien acudió y quien no porque las bocas se mantuvieron cerradas. Yo lo
sé, porque desciendo directamente de uno de los que degustó esa mañana el
extraordinario plato del querido Juan.
Continuará..........................
Fotos: ARA y Mandy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario