sábado, 28 de julio de 2012

¡VICENTE Y LA ADOLESCENCIA!




CINCO.
__ ¡Hola! ¡Soy Vicente!
                De esta forma se presentó nuestro amigo Vicente a la joven que permanecía apartada en una de las esquinas del salón con un baso de bebida en la mano. Sinceramente después de percatarnos de su presencia no dejamos de observarla en ningún momento. Se mantuvo apartada y sola hasta que llegó el galán de la camiseta negra. Como saben, Vicente no se prodigaba en palabras, y sin demasiada floritura iba al grano. Sin que se diera cuenta nos fuimos acercando para escuchar la voz de la joven y todo lo que se perdiera en el espacio.
__ ¡Me llamo Vicente! ¿Quieres bailar?
__ ¡Como quieras! –Le contestó la joven y dejó el baso de bebida en la mesa del salón.
                En estos años se intercalaba una música lenta entre ritmos movidos. De esta forma las parejas podían intimar sin prisa; pero Vicente no necesitaba apoyo para desarrollar su poderío.
__ ¡Me gustas mucho! ¿Quieres que nos veamos en otro sitio?
                Después de la melodía extremadamente romántica, Vicente y la joven escaparon del salón en dirección a la calle. Antes de marcharse y desde la puerta, me dijo con un movimiento de labios --¡Mañana te cuento!-- El mañana para Vicente es relativo. Pasaron nueve días antes de encontrarnos nuevamente a nuestro amigo. El siguiente fin de semana lo pasamos sin él, y era la primera vez que sucedía.
                La joven de la fiesta resultó ser algo mayor que nosotros, entre quince o veinte años. La chica pasaba de los cuarenta y tenía un hijo de doce años. Todo esto para nuestro amigo carecía de importancia, porque estaba viviendo los mejores momentos de su corta existencia. La misma noche de la fiesta ella lo llevó hasta su casa, y estuvieron haciendo el amor hasta que los puntos del pene de Vicente saltaron por los aíres de tanto frotar. ¡El semental de la camiseta negra estaba en la gloria! Me contó que fue consciente de las recomendaciones del médico cuando notaron la sangre.
__ ¡De tanto hacer el amor te ha llegado la regla! –Le dijo Vicente.
__ ¿No puede ser, hace una semana que la he pasado? –Se cuestionaba ella mirándose las entrepiernas.
__ ¡Mierda! ¡Mi pito! ¡Tengo el pito pelado como un plátano! ¿Dónde hay un médico?
                Y a medio vestir Vicente y su amiga salieron en dirección al hospital de guardia; por el camino él le contó su tragedia. Esto fue nada más que el comienzo de unas interminables sesiones de lujuria. De una vez y por todas Vicente dejó de ser caballero cubierto y entró en los brazos de la fornicación. Su pene se inflamó, desgarró, cambió de coloración, pero nunca le falló; continuó erecto a todas horas dándose y dándole placer a la mujer que lo desvirgó literalmente.
                Cuando lo volvimos a ver, era otro, ostentaba un porte imponente y una seguridad que antes no poseía. Nuestro querido Vicente llegó con sus historias carnales que lo mantenían alucinando. Cuando nos contó su primera noche al salir de la fiesta, todos deseamos estar por algunos minutos en la piel de nuestro amigo Vicente, aunque el pito perdiera los puntos y algo más.      

Continuará.................................................... 

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