CINCO.
__ ¡Hola! ¡Soy Vicente!
De esta forma se presentó
nuestro amigo Vicente a la joven que permanecía apartada en una de las esquinas
del salón con un baso de bebida en la mano. Sinceramente después de percatarnos
de su presencia no dejamos de observarla en ningún momento. Se mantuvo apartada
y sola hasta que llegó el galán de la camiseta negra. Como saben, Vicente no se
prodigaba en palabras, y sin demasiada floritura iba al grano. Sin que se diera
cuenta nos fuimos acercando para escuchar la voz de la joven y todo lo que se
perdiera en el espacio.
__ ¡Me llamo Vicente! ¿Quieres
bailar?
__ ¡Como quieras! –Le contestó la
joven y dejó el baso de bebida en la mesa del salón.
En estos años se intercalaba
una música lenta entre ritmos movidos. De esta forma las parejas podían intimar
sin prisa; pero Vicente no necesitaba apoyo para desarrollar su poderío.
__ ¡Me gustas mucho! ¿Quieres que nos
veamos en otro sitio?
Después de la melodía extremadamente
romántica, Vicente y la joven escaparon del salón en dirección a la calle. Antes
de marcharse y desde la puerta, me dijo con un movimiento de labios --¡Mañana
te cuento!-- El mañana para Vicente es relativo. Pasaron nueve días antes de
encontrarnos nuevamente a nuestro amigo. El siguiente fin de semana lo pasamos
sin él, y era la primera vez que sucedía.
La joven de la fiesta resultó ser algo mayor
que nosotros, entre quince o veinte años. La chica pasaba de los cuarenta y tenía
un hijo de doce años. Todo esto para nuestro amigo carecía de importancia, porque
estaba viviendo los mejores momentos de su corta existencia. La misma noche de
la fiesta ella lo llevó hasta su casa, y estuvieron haciendo el amor hasta que
los puntos del pene de Vicente saltaron por los aíres de tanto frotar. ¡El
semental de la camiseta negra estaba en la gloria! Me contó que fue consciente
de las recomendaciones del médico cuando notaron la sangre.
__ ¡De tanto hacer el amor te ha
llegado la regla! –Le dijo Vicente.
__ ¿No puede ser, hace una semana que
la he pasado? –Se cuestionaba ella mirándose las entrepiernas.
__ ¡Mierda! ¡Mi pito! ¡Tengo el pito
pelado como un plátano! ¿Dónde hay un médico?
Y a medio vestir Vicente y su
amiga salieron en dirección al hospital de guardia; por el camino él le contó
su tragedia. Esto fue nada más que el comienzo de unas interminables sesiones
de lujuria. De una vez y por todas Vicente dejó de ser caballero cubierto y entró
en los brazos de la fornicación. Su pene se inflamó, desgarró, cambió de
coloración, pero nunca le falló; continuó erecto a todas horas dándose y dándole
placer a la mujer que lo desvirgó literalmente.
Cuando lo volvimos a ver, era
otro, ostentaba un porte imponente y una seguridad que antes no poseía. Nuestro
querido Vicente llegó con sus historias carnales que lo mantenían alucinando. Cuando
nos contó su primera noche al salir de la fiesta, todos deseamos estar por
algunos minutos en la piel de nuestro amigo Vicente, aunque el pito perdiera
los puntos y algo más.
Continuará....................................................
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