La mayoría de los mortales
practicamos sexo en cueros, pero la mayoría también nos enfrentamos al mismo
vestido de los pies a la cabeza; parecerá una evidente contradicción pero no
llega a serlo por una razón simple: las ancestrales ataduras que no nos dejan
en paz. Vamos, por continuar con uno de los tópicos que también nos atan, a la cama, porque también la mayoría no
llegamos a confesar que un día fuimos a una pared, a un ascensor, a una silla,
a un bosque, o a un apacible río con la mejor de nuestras intenciones y los
deseos en ebullición para que el efímero instante no se perdiese en el propio
tiempo. Y estando en dicho “acto”, si expandimos sinceramente nuestros poros
olvidamos hasta los tiempos gramaticales porque el presente y sus compañeros
anteriores y posteriores no son más que puras referencias en un electrizante
momento. Haciendo el amor, la mayoría también, no llegamos a ser mezquinos y
entregamos lo que no tenemos y algo más porque sabemos que el “acto”, ese
intercambio de pieles y fluidos no se volverá a repetir aunque quedemos
nuevamente para refrendarlo con la misma persona, en el mismo lugar, y a la
misma hora; con la misma fuerza y firmeza el sexo es también efímero como el amor
que un día olvidamos en un interminable invierno y que no volverá asomar las
orejas aunque lloremos de continuo hasta provocar un diluvio.
Sexo. ¡Esa escasa palabra de
cuatro letras da mucho miedito! ¡Qué susto! Se supone que si soy una persona “respetable”,
religiosamente educada, no puedo ni debo mencionarla porque como la cenicienta, si la enunciamos pasadas las
doce, perdemos nuestra honorabilidad. ¿Han visto las caras de los políticos (y
hablo de la mayoría también), de cualquier político, a gran o pequeña escala, el
aspecto de circunspectos y distantes que tienen, es como si hubiesen nacido asexuados?
Y no está bien dicha actitud, se están comiendo los hígados lentamente, el
aspecto de mala leche no es directamente proporcional con el cargo que ocupan.
¡Queridos dirigentes, entre congresos, reuniones, y cónclaves, hagan el amor y
no las leyes! Entonces todos veremos con creces el esfuerzo de su trabajo en
los parques, las calles, y los ríos que antes le he hablado. Y no me digan que
no es serio lo que estoy planteando
porque la propia vida no lo es, es un disparate. La vida nos conduce por
encrucijadas armoniosas y virulentas, y entre paso, tropezones, y caídas, como
los coches, debemos refrigerar nuestro cuerpo para no sufrir incontrolables
calentones porque no sabemos el tiempo que estaremos en la misma.
Y no consiste en que vayamos
por ahí aireando las motivaciones y las sensaciones, hablo de comportarnos con
normalidad, como lo que representa realmente, la unión de dos personas o un
conjunto de ellas, para olvidar que a partir de los tres años ingresamos en la
escuela, trabajamos hasta los sesenta y siete (es lo que quieren los políticos
que no lo practican), y cuando contamos con todo el tiempo del mundo llega la
señora de negro para llevarnos al hueco y hacer de nosotros pasto (lo que nos
dicen) para la eternidad. ¡Amigos, la vida llevada así es una reverenda mierda!
Con los años que se han ido sumando a mis carnes porque no he encontrado otra
vía para impedirlo, he experimentado en dichas carnes, en la carne que no se
resigna a dejar de practicar SEXO, que la salvación a la cotidianidad, al
agotador trabajo (los que lo tienen), y a la crueldad de las calles, de las
aceras, y del propio río en el cual llegué a practicar en contadas ocasiones
sexo, es la honda “espiritualidad”. Con un par de libros, los pródigos
sentidos, y mucha, sobrada “espiritualidad”, seríamos capaces de mover hasta el
mismísimo mundo si fuese preciso; lo de la palanca de Arquímedes es un mito que
nos han hecho creer para que no pudiésemos soñar con etéreos mundos.
Mi punto para desplazar el
espacio lo he anexado recientemente, y aunque todos, y no la mayoría, esta vez
hablo de “todos”, llevamos incorporados de nacimiento el referido punto en el que seríamos capaces hasta
de volar gracias a la “espiritualidad”, si no practicamos sexo o hacemos el amor,
entonces no llegaremos a mover ni el culo del lugar en que nos hallemos por enérgica
que tengamos las piernas. ¡Amigos lectores de variados credos y doctrinas, el
sexo es el único lenguaje universal capaz de implantar una vida o de engendrar
una guerra! ¡El río nos espera!
Nota
aclaratoria: Pido perdón a todas aquellas personas extremadamente sensibles que
habitan en países alargados del sur donde al escuchar la palabra CULO les provoca un trauma cerebral de
por vida. ¡Paciencia amigos y amigas, sobre todo amigas! Les recomiendo a las
referidas personas que lo utilicen no solamente como conducto excretor,
practique el sexo con el mismo y puede que una mañana, al despertar, sean otra persona,
renovadas de cuerpo, pero sobre todo de cabeza.
Practicador Real.