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(capítulo
final)
He buscado la forma o manera de quedarme completamente a solas y aún no
he encontrado la vía para alcanzar mi objetivo. ¡Siempre estoy acompañado!
Aunque no lo parezca es complicado el hecho de permanecer en soledad, porque
abandonar la realidad me provoca cargo de consciencia difícil de superar. Me
refiero al hecho de persistir dentro de la realidad, sin abstracciones; pero
también en solitario, lejos de todo lo que nos rodea, sin llegar a escuchar la incansable
voz interior que siempre nos conduce por el camino más trillado. Es que esta maldita
voz se mantiene día a día, y segundo a segundo, con su persistente letanía
dentro de nuestra cabeza para recordarnos que no estamos solos, que siempre nos
acompañará por más que intentemos quedarnos a solas con “nosotros mismos”.
Se dice que si escuchamos
voces, y hablamos con “nosotros mismos” es que hemos llegado a rosar la locura;
puede ser, sobre todo para algunas personas poco perseverantes. ¡Yo no estoy de
acuerdo con esta postura! La vapuleada locura es un estado superior, que no se
logra solamente cuando las cosas no marchan bien, también cuando la buscamos y
deseamos de cuerpo y corazón saborear el delirio; lo demás, lo que se entiende
por locura es incertidumbre mal diagnosticada por especialistas de medio pelo.
La locura es un escalón superior, y se debe estar alerta para darnos cuenta que hemos llegado a este
estado supremo, y que muy pocos son capaces de obtener y merecer. Me estoy refiriendo
al punto en el que nada se escucha, nada nos perturba, y nada nos pregunta,
porque estamos completamente a solas, y se está completamente a solas cuando logramos
conscientemente este estado superior, cuando rosamos la “locura”.
¿Entonces es buena la soledad?
¿Está bien permanecer siempre acompañados? ¡Es igual una cosa o la otra, porque
todos los caminos conducen a Roma! Lo importante es ser dueño del momento. Ser un
dominador radical. Un ente revolucionario. Un individuo capaz de escuchar la terca
voz cuando no deseamos estar a solas, o de mandarla a freír espárragos cuando
nos aburra con su cargante letanía.
Amigos solitarios, si es que en
realidad lo son, déjense llevar hasta las máximas consecuencias, hasta que la
cuerda se temple, hasta el mismísimo límite, y acto seguido, sin esperar
respuestas u opiniones ajenas, ¡paf!, ¡paf!, y ¡paf!; rompan con todo, quiebren
la cuerda y cuelguen por una de sus puntas a la vez que se balanceen en el aire
de un lado a otro a punto de caer en la nada. No dejen resto del pasado y comiencen
de nuevo, como si hubiesen llegado nuevamente a este mundo, desnudos de cuerpo
y sentimientos. Posiblemente entonces encontraran un espacio, un diminuto fragmento
de soledad para poder reintegrar cada pedazo esparcido al viento y conformar un
alma pura que sea capaz de conquistar cualquier bullicio por muy estentóreo que
este se considere; pero eso sí, para poder lograrlo hay que estar, se debe ser:
¡Un loco solitario!
FIN.
Fotos:
Ara y Mandy.
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