CAPÍTULO LXXVII.
¡Los dos,
ambos, dejaron caer los párpados y se perdieron en la larga línea del infinito
que se funde con el mar! Un relámpago de motivaciones intervino en sus pensamientos,
y ella y él, o la fulgurante amante y su afiebrado compañero, viajaron por un impredecible espacio hacia lo
desconocido.
__ ¡Mi amor no los saques, deja tus dedos dentro de mí, me
siento que voy planeando y mi cuerpo está cerca de rosar el agua! --dijo la
joven mientras se mordía los labios de placer.
__ ¡No pienso hacerlo, pero te digo lo mismo, no dejes que tu
mano se detenga, porque dentro del agua por la que estás planeando me encuentro
yo, como un pez voy nadando y espero encontrarte! –le contestó él con cortos
movimientos pélvicos.
__ ¡Sí, sí, pensaba que estos momentos no regresarían
nuevamente, y no ha sido así, la ventana es pequeña para este inmenso mar que
me colma las entrañas! ¡Mi amor, te juro por esta mano que acaricia tu verga
que en cada encuentro que tengamos, pondré lo imposible y parte de mi vida para
llevarte dentro de mí! ¡No soy nada sin ti, o más bien poca cosa sin tus besos
y tu cuerpo! ¡No dejaré tu piel aunque me lo pidas……….., es igual porque esos
dedos son milagrosos, y puedo afirmar que creo……………….., creo dios mío en……………,
en este mar, en estas personas que se retuercen de placer en la arena, en el
infinito, en el agua salada, en…………, un pez, ¡lo veo, veo un pez que pasa junto
a mí……………!
Ella
sin ninguna duda había penetrado en el agua y vio a su amado transfigurado en
pez, estaba entre un mar de emociones y un sinfín de alucinaciones.
__ ¿Eres tú la que me rosas la cola? ¡Qué bien…….., me gusta………!
¡Neptuno está a nuestro lado…………! ¿Lo estás mirando mi amor? ¡Soy un pez de
largas dimensiones……………!
Continuará.....................
fOTOGRAFÍA: ara.
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