CAPÍTULO LXXV
¡Naturalmente que sí, la teta, con su inseparable pezón dialogó amplia y profundamente con la húmeda lengua que no hacía más que moverse de un
lado para otro ante tal demostración de carnes al viento! La bacanal de las
partes sensibles de cada uno de los cuerpos había comenzado a andar, y
posiblemente nada ni nadie sería capaz de detenerla, porque los codos se llevaban
demasiado bien con las axilas, los muslos con los pies, los hombros con las
nalgas, los testículos con las entrometidas narices, las vulvas, las llamativas
vulvas se paseaban por toda la arena dejando un rastro acuoso como el que engendra
el caracol en su eterno viaje. Los profundos labios buscaron cualquier detalle,
sin importarles las formas, ellos sencillamente deseaban besar, poseer al
contrario y no dejarlo escapar por mucho que lo suplicase. Estos labios junto a
los demás se entrelazaban en caricias profundas, en entregas más allá del
límite y de lo correctamente permitido. ¿Quién dice que unos carnosos labios no
son capaces de morder rincones insospechados? ¡Nadie lo puede afirmar, porque “nadie”
no existe en esta paradisíaca cala!
Y entre la desaforada entrega de cada
uno de los presentes, se encontraba nuestra desinhibida pareja, que llegó a
este rincón con sus incoherentes demostraciones sexuales por toda la orilla. Él
y ella, estaban alucinando ante tal improvisado espectáculo que se originó
frente a sus ojos como un acto de magia sin precedente alguno. Por un momento
se sintieron culpables, porque ellos fueron la llama que activó en cada uno de
los presentes el deseo sexual, pero al mismo tiempo al contemplar la forma en
que se prodigaban caricias y tocamientos unos con otros, su libido resurgió como
un cristalino manantial dentro de un árido desierto. El joven con una mirada
cómplice sugirió a ella que algo debían hacer, que con toda esta locura
llevaban un buen tiempo como simples observadores, y debido a sus incontrolables
impulsos y a su sed libidinosa, no debían quedarse al margen de los
gratificantes hechos que se mostraban ante sus ojos.
__
¿Nos unimos al grupo? –preguntó el joven a su amada.
__ ¡Me gustaría! –afirmó ella.
__ ¿Y que esperamos? –le contestó el amado.
__ ¡Nada, pero primero podemos disfrutar un poco más del
espectáculo para ver hacia dónde se encamina! –dijo ella.
__ ¡Me parece bien! –contestó él.
__ ¡Al mismo tiempo puedes jugar con mi concha marina! –le
suplicó ella.
__ ¡Me parece muy bien, pero primero toma entre tus manos a
mi desesperado amigo que está cerca de exhalar dentro de tu enigmática concha! –declaró
él sin el más mínimo rubor en el rostro.
Continuará.....................
fOTOGRAFÍA: ara.
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