CAPÍTULO LXXII
La mano, las manos, y los respectivos
dedos con ocultas habilidades instructoras, conquistaron sin ningún recelo la
parte más elevada de las entrepiernas de la dilatada mujer. Las dos últimas
manos, y sobre todo la derecha, la que hizo que remontase el infinito para ver y
sentir cosas que normalmente no hubiese experimentado en un estado cotidiano de
complacencia, la liberaron de su falta de oxígeno, y propicio que sus pulmones
se expandiesen a la altura de su vulva para percibir la suavidad de sus partes
más íntimas. Esta cuantiosa y poderosa mano la despejó de sus dudas, la moldeo
a su gusto y semejanza, la perfiló en sus contornos, y más que acariciarla la
acunó por las zonas pensadas y deseadas pero calladas, calladas para que la
extensa piel no celase de los favores especiales que estaba recibiendo algunas
partes púdicas de la mujer.
Cuando
las demás manos aleatorias fueron conscientes que la protagónica mano estaba
causando estragos placenteros en el cuerpo de la mujer, se deslizaron deseosas
por el vientre, los muslos, y las nalgas de la agonizante que a estas alturas
no sabía muy bien dónde colocar sus pupilas
que corrían de un lado a otro sin encontrar acomodo. En pocos segundos, en
un tiempo inesperado para estos tiempos, una lluvia de manos confeccionaron
para sorpresa de la mujer y de los demás integrantes de la cala, una delicada
prenda compuesta por pieles, nervios, huesos, fluidos, arterias, y todo lo
posiblemente sensible y sensorial para dejar inconsciente pero vestido, el sexo de la exhausta mujer de
ojos perdidos.
Una
mano llegó hasta el comienzo de su orificio esplendoroso que palpitaba de
éxtasis, y una segunda mano, continuó por la parte posterior en que el diseño
de una abertura se bifurcaba en otra. La mano vaginal confrontó su experiencia
con la mano anal, y al verse frente a frente una con la otra, primeramente se
saludaron como corresponde entre manos ampliamente sociables, y seguidamente
intercambiaron impresiones vividas en regiones ajenas pero al mismo tiempo
común para el común de los mortales.
__ ¡He visitado unos pliegues desorbitados que me dejaron
abrumados de delectación! –le dijo la mano-anal.
__ ¡Y yo he conseguido penetrar por un risco húmedo con
paredes volubles que relajaron mis puntos sensibles!
Le
contestó la mano-vaginal que no se detuvo más tiempo en explicaciones innecesarias
porque se notaba que llevaba demasiada prisa.
Continuará.....................
fOTOGRAFÍA: ara.
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