CUATRO.
En mi época a los hombres que mantenían la piel del prepucio
intacta se les llamaba "caballero cubierto", porque no se dejaba al desnudo la
cabeza del pene. Al nacer, los padres eliminaban el frenillo de sus hijos
varones con una intervención menor, si era verdaderamente necesaria. Muchas veces
con el masaje diario antes del baño, la cabecita del pene veía la luz. En los casos
más difíciles, o por descuido de los mismos padres, al llegar a la mayoría de
edad la piel no alcanzaba la elasticidad necesaria y comenzaban los problemas
higiénicos y sexuales. Nuestro amigo Vicente era un caballero oculto hasta que
nos enteramos por su propia boca.
Un fin de semana
llegó con la noticia que se había operado. Ocho puntos le dieron hasta eliminar
el frenillo. ¡Según él, su pito los necesitaba por su tamaño prolongado! Así su
pene quedó de baja por dos largas semanas. ¿Todo este tiempo fornicó con la
cabeza cubierta o nos engañó cuando se refería a sus relaciones? No es que
nosotros fuéramos vírgenes, es que hasta ahora, las esporádicas relaciones que
mantuvimos, no llegaron a ser plenas en toda su extensión. En la mayoría de las
ocasiones, que no eran muchas, eyaculábamos entre las piernas de las chicas sin
llegar a una penetración; o simplemente apoyados a uno de los labios externos de su
vagina pensando que conquistábamos el paraíso. Del grupo todos habíamos sido
operados en la niñez. Poseíamos unos penes elásticos y perfectos, en espera de
una relación prolongada que no terminara después de algunos minutos
desastrosos.
Esto fue solamente el comienzo,
pronto descubrimos que las relaciones sexuales pueden llegar a ser dilatadas
durante toda la noche, y mucho más si los involucrados en el acto se lo
proponen. Entonces supimos que Vicente pudo tener relaciones intimas, pero no
de la forma intensa y animal que nos contaba. ¡Ahora Vicente podía afirmar que
estaba dispuesto a enfrentarse a la batalla con todas las armas disponibles! El
caballero se había descubierto.
La noche del sábado a la que me
refiero, comenzó con una fiesta formidable en casa de un primo de uno de los
amigos del grupo. Vicente llegó como siempre, con su camiseta negra ceñida al
cuerpo, y esparciendo sus hormonas masculinas por todo el salón, donde las
féminas esperaban para ser sacadas a bailar. Ninguno de los presentes
llegábamos a la edad de veinte años. Vicente si no recuerdo mal, había cumplido
los dieciséis o diecisiete años. Nosotros uno más o uno menos. Todos
pretendíamos ser mayores de veinte años en las noches inesperadas de cada fin
de semana. Al menos, siempre regresábamos a casa con un beso que guardábamos por tiempo
indefinido en nuestros labios.
Este sábado que les comento, en
una de la esquinas del salón, una llamativa chica se aburría con un vaso en la
mano. La joven parecía ajena a la habitación. Posiblemente su pensamiento se
encontraba algo más que distante. Nuestro amigo Vicente, fue el primero en
percatarse de la presencia de la chica de pelo largo hasta la cintura. Una
cabellera lacia. En estas fiestas la luz se descartaba para que las parejas
intimaran hasta desbordar su imaginación. Al principio no se distinguía
absolutamente nada, pero poco a poco la visión se adaptaba y nos transformábamos
en una especie de topos videntes. Sin llegar a ver los detalles, las líneas
corporales de las jóvenes, se metían en nuestros ojos y nos distorsionaba el
pensamiento. ¡Qué curvas más sinuosas penetraron en mi retina!
Vicente no perdió tiempo, y nos
dijo que la conquistaría hasta llevarla a la cama, o a un parque.
__ ¡Un momento! ¡Estás recién
operado! –Le dije como un amigo le hablaría a otro consiente de su dificultad.
__ ¡Es verdad! –Afirmaron los demás--
¡Estás operado y no puedes tener relación íntima.
__ ¡Es igual, en algún momento tendré
que utilizarlo! –Habló Vicente.
__ ¡Debes esperar los días que te
dijo el médico! –Con mi sabiduría le comenté.
__ ¡Sí, es verdad! –Me apoyaron los
demás-- ¡Nada de chiquichiqui....!
__ ¡Veré lo que se hace cuando llegue
el momento! –Fueron las palabras de Vicente.
__ ¡Los puntos! ¡Eso, los puntos se
pueden soltar! –Se lo afirmé con seguridad.
__ ¡Sí, los puntos! –Respondió el
coro-- ¡Puedes perder el pito en el intento!
__ ¡Qué tontadas dicen! ¡Aún no he
hablado con la chica y miren todas bobadas que se les ocurren! ¿No será que
quieren que les deje el camino libre para...........? ¡Eso es! ¡Pues no! ¡Voy
hablar con ella!
Y sin decir nada más, se marchó
Vicente hacía la esquina del salón. Llegó por detrás y se presentó.
__ ¡Hola! ¡Soy Vicente!
Continuará....................................................
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