(CAPÍTULO
XXIV)

Él desde su altura contempló
las curvas provocativas del culo de la joven y su excitación aumentó sin
medida. Despacio, para que el semen no fluyese íntegramente y mantener en lo
posible la máxima reserva, fue con su potencia rodando desde el ano hasta un
extremo de la abertura de su hermosa concha para introducir nada más que el
comienzo del glande, y dejar inmóvil su pene hasta que las aguas por propia
naturaleza tomen su obligado curso.
¡Una labor imposible cuando
tenemos en los labios la dulce miel!
Debía ganar tiempo. Tenía que complacer
a su amada. Ella le hizo una petición; pero su líquido reproductor amenazaba
con hacerse presente en cada uno de los espacios regando vigorosamente
exteriores e interiores. ¡Ella deseaba alcanzar un orgasmo en esa posición! El
joven había resistido las milésimas de segundos inerte, ahora, lo que corresponde
es una entrega sin límites. ¡Estaban
seguros que se prodigarían en la lujuria sin pensar en la existencia de un
futuro que les fraccionase las ansias!
La penetró con doble gusto y
placer. --¡Atraviésame desde atrás, voy
abrir aún más las piernas para que entre sin impedimento y llegue a mis
entrañas!-- Ella se lo pidió en muchas ocasiones, que la tomase por detrás
y la dejase por unos segundos etérea, sostenida únicamente por el instrumento
diabólico del éxtasis y de esta forma alcanzar el cielo. ¡Él la complació con
el corazón, la mente, las avideces, y cada una de sus moléculas carnales!
Desde mucho antes había ido
dejando su simiente por todos los rincones del cuerpo de la amada y también de
la habitación; pero su potencia continuaba intacta, deseosa de una experiencia
al borde del abismo, donde estuviesen en juego sus intimidades y limitaciones.
¡Su falo se negaba a bajar la cabeza, y por su orificio estimulado continuaba
emanando germen germinador de pasiones indiscutiblemente interminables!
CONTINUARÁ.................
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