(CAPÍTULO
XVIII)
El joven no tenía mucho margen
de movimiento, porque la chica se aferró a él como un enajenado pulpo. Lo
atrapo, y sin darle tiempo a reaccionar, esparció su fragancia por cada
milímetro del cuerpo de su amado para que supiese que no es una broma, que sus
intenciones amatorias van en serio. --¡El
amor no es solamente hacerlo, el amor hay que sentirlo desde antes, para más
tarde experimentar el éxtasis en los sentidos!-- Unas palabras que no dejan
dudas de sus inamovibles pensamientos.
¡Pensó que quizás necesitaba
algo de margen para que su chico improvisara! Desenroscó las piernas de la
espalda del joven y las colocó sobre el borde de la ventana. Una la apoyó en el
cerco, pero la otra la dejó balanceándose a su antojo sin llegar a tocar el
suelo, pero rosando intencionadamente parte del cuerpo de su amado.
¡Ella estaba impresionante
sobre la ventana! ¡Tan hermosa que su silueta se fundía con el magnánimo
horizonte! Lo miró, y él la descubrió al natural, sin maquillajes y artilugios
impostados.
La pierna de la chica se movía
continuamente como campanas al viento, mientras que el falo del joven marcaba
los segundos exactos. ¡Sin duda alguna se habían sincronizados ante la ventana!
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